Dr. Juan Carlos Iannicelli
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904 visitas Publicada: 11/27/12

FIEBRE Y ANTITERMICOS EN NIÑOS.

Consideraciones sobre uso de antitermicos en niños.

FIEBRE Y ANTIPIRETICOS, EN NIÑOS

La fiebre es uno de los síntomas más comunes que se puede presentar en un niño y es una causa frecuente de preocupación entre los padres.  
El manejo de la misma por pediatras, familiares o agentes de salud, es motivo de controversia. Muchos padres administran antipiréticos, incluso cuando hay fiebre mínima o no, porque les preocupa que el niño deba mantener una temperatura 'normal'.
Incluso, la definición de “fiebre” se presta a interpretaciones, en cuanto a sus valores “normales”, según el sitio de la medición y el termómetro que se use.

La evidencia no es concluyente en cuanto a si el tratamiento con antipiréticos, particularmente ibuprofeno o paracetamol, solos o en combinacion, aumenta el riesgo de complicaciones con ciertos tipos de infecciones.
Los beneficios potenciales de reducción de la fiebre incluyen el alivio de los pacientes, disminuyen la incomodidad y la reducción de la pérdida insensible de agua, lo que puede disminuir la aparición de la deshidratación.
En el artículo de Pediatrics, se menciona que muchos pediatras medican con antipiréticos ante temperaturas de ≥ 38,3° C, sin referir el lugar donde se midió. Y solo el 13% de ellos mencionaba el mejoramiento del malestar como principal indicación del antitérmico.
El uso de antitérmicos se justifica fundamentalmente, para mejorar el confort del niño, este concepto tiene que ser mencionado a los padres, para que los antipiréticos sean usados racionalmente. Ante un niño que tiene temperatura elevada y se encuentra sin molestias, seria de dudosa aplicación el uso de antitérmicos.
En una revisión sistemática de casi 700 artículos sobre  medición de la temperatura corporal en niños, se concluye que los rangos de la temperatura tomada en la axila, son de 34,7 a 37,3 °C con termómetro de mercurio y de 36,4 con electrónico. Y en el recto de 36,6 a 37,9 °C, con termómetro de mercurio y 38.0 con electrónico.
Y se considero como fiebre, temperaturas mayores a 37,4 en la axila, y 38,0 en el recto.

Debemos tener en cuenta, que la fiebre es un mecanismo de defensa del organismo, en contra de las infecciones de cualquier índole, por lo tanto si no la medicamos, y la dejamos actuar la contamos como un aliado, sin otras consecuencias en desmedro del niño.
La fiebre retarda del crecimiento y reproducción de las bacterias y virus, mejora la producción de neutrófilos y la proliferación de linfocitos T, y ayuda en la reacción fase aguda del organismo.
El grado de la fiebre no siempre se correlaciona con la gravedad de la enfermedad. La mayoría de las fiebres son de corta duración, son benignas y pueden en realidad proteger al huésped.
Los datos muestran efectos beneficiosos sobre ciertos componentes del sistema inmune durante el episodio de  fiebre, y algunos datos han revelado que la fiebre ayuda al cuerpo a recuperarse más rápidamente de las infecciones virales, aunque la fiebre puede causar incomodidad en los niños
El grado de la fiebre (alta vs. baja) no se relaciona con la etiología del proceso infeccioso, viral o bacteriano, y lo mismo ocurre con respecto a la respuesta al tratamiento, una mala respuesta al antitérmico no se correlaciona con causa bacteriana.
La intervención terapéutica se podría justificar en las siguientes situaciones: cuando el niño tiene síntomas tales como el dolor, la incomodidad, el delirio o letargo excesivo. Los antipiréticos sirven para mejorar el bienestar del niño, permitiéndole ingerir líquidos, y para reducir la ansiedad de los padres, también cuando la presencia de fiebre pueden aumentar requerimientos de oxígeno y empeoran la enfermedad, en aquellas con riesgo de hipoxia (bronquiolitis) 

Las medidas físicas tales como el uso de un ventilador o paños tibios, son intervenciones innecesarias y desagradables, su principal indicación es la hipertermia.
Los riesgos de “bajar” la fiebre, sin una evaluación previa del paciente, nos expondría a un diagnostico y un tratamiento tardío de la causa de la misma. Y eventualmente a la toxicidad del fármaco ante una incorrecta administración.
No hay pruebas científicas concluyentes con respecto a si el tratamiento con antipiréticos, sobre todo ibuprofeno, eleva el riesgo de complicaciones en ciertas infecciones, como la varicela.

No hay evidencia de que los niños con fiebre, a diferencia de la hipertermia, estén en un mayor riesgo de resultados adversos tales como daño cerebral, que es uno de los temores mas frecuentes, mencionado por los padres, cuando un niño tiene fiebre elevada.
Los antinflamatorios no esteroides, incluyendo ibuprofeno, reducen la síntesis renal de prostaglandinas mediante la inhibición de la enzima ciclooxigenasa. En normovolemicos las prostaglandinas  tienen un efecto insignificante sobre la hemodinámica renal. En cambio cuando hay un volumen circulante disminuido, existe una regulación del sistema renina-angiotensina, así como aumento de la liberación de catecolamina, que además de producir vasoconstricción renal también estimula la producción de prostaglandinas renales.
Estas prostaglandinas contrarrestan el efecto vasoconstrictor por disminución de la resistencia a  pre-glomerular y de ese modo  mantienen la perfusión renal y la filtración glomerular.
Este efecto protector es inhibido por la administración de ibuprofeno, lo que resulta en una vasoconstricción renal,  y como consecuencia la posiblidad de insuficiencia renal. Los datos en animales sugieren que el riñón inmaduro es particularmente vulnerable a estos efectos.

Por lo tanto en niños deshidratados o en riesgo de deshidratación (disminución de la ingesta de líquidos, vómitos, diarrea aguda, etc.) no seria recomendable el uso de ibuprofeno, y en caso de usarse en niños sin estos riesgos, deberá asegurarse un buen aporte de líquidos.
Los niños que reciben antitérmicos se benefician en cuanto a la incomodidad, la perdida por perspiración, que puede condicionar una deshidratación.